Esto es ironía ehh no se piquen.....no se piquen señores...
(La Primera) Rocotos como turbinasLa señora Lourdes Alcorta puso las pesas de 70 kilos en su lugar, escupió el tabaco que tenía desde el día anterior en la boca, pateó al gato que quería frotársele en las piernas, y dijo, carraspeando:
–Que la APCI se ponga un rocoto ya sabe dónde pero que se apure en este asunto de controlar a Chávez y a las ONG comunistas que nos invaden.
Un periodista le preguntó qué pruebas tenía para hablar de las ONG comunistas, pero la señora Alcorta le cortó la viada bruscamente.
–¿Quieres que te saque por la ventana de un sopapo, alfeñique de porquería? –preguntó–. ¿No has leído acaso La Razón? –añadió–.
Entonces la señora Alcorta leyó un editorial de La Razón, un enérgico texto que parecía inspirado en los manuales de la CIA, en la Escuela de Desinformación de Panamá y en los textos fundacionales de la DINA de mi general Pinochet y mi coronel Contreras.
Al terminar de leer, la señora Alcorta solicitó permiso para practicar en las barras paralelas otras dos horas mientras contestaba las preguntas que tuvieran a bien hacer los pocos periodistas que aún quedaban.
–¿Qué opina de Alan García? –le preguntó una practicante de voz tímida.
–Que es el mejor presidente de la República que Unidad Nacional ha tenido –dijo la señora Alcorta sin pensarlo dos veces.
–¿De Unidad Nacional? –casi tartamudeó la practicante.
La señora Alcorta se bajó por un momento de las barras paralelas, la miró compasivamente y agregó:
–Sí, de Unidad Nacional, que es el nuevo nombre de la vieja Apra, por si no lo sabías, hijita. ¿No sabías que nos hemos unido?
–¿Y el fujimorismo, qué papel cuenta? –intentó hacerse el audaz un egresado de la de Lima que ahora trabajaba casi gratis para el imperio macilento de los Miró Quesada.
–El fujimorismo es la sal de la tierra, don Mamón –dijo la señora Alcorta haciendo un gesto que sería difícil de describir pero fácil de reprobar.
–¿Qué quiere decirnos? ¿Que esta es una alianza ya de tres instituciones? –preguntó solemnemente el reportero en vivo de RPP, la que muchas veces era, al igual que en Chile, la Radio Minería del dial nacional.
–¿Estamos en directo? –preguntó la señora Alcorta.
–Pues bien. Ante la agresión de Chávez, ante la amenaza de Irán y sus bombas atómicas, ante la labor de zapa de la Comisión de la Verdad, las fuerzas vivas y democráticas del Perú –es decir, Unidad Nacional, el Apra y Sí Cumple– han decidido cerrar filas y sostener la gobernabilidad.
–Han sido las palabras de la congresista Lourdes Alcorta –dijo el reportero de RPP–. Adelante ustedes.
La señora Alcorta aprovechó el corte de la transmisión en directo para escupir otra vez. Dos aureolas de atlético humor le brotaban de los sobacos.
–¿No hay ninguna pregunta sobre Majaz, mequetrefes? –preguntó, de lo más exquisita.
–¿Qué opina del asunto Majaz? –condescendió la practicante.
–Ese es el segundo rocoto que tiene que ponerse la APCI de Cucho Haya en salva sea la parte. ¿Qué espera la APCI para sacar del país a todos los curas Aranas que se oponen a la minería? ¿No les digo? ¡O rocoto o transfusión de huacatay! –exclamó.
–¿Y en el asunto de la alianza política de la gobernabilidad, no está la doctora Lourdes Flores? –preguntó un periodista de El Mercurio.
–La doctora Flores ha decidido solicitar una década sabática y se la hemos concedido –dijo la señora Alcorta sin mostrar ningún nerviosismo.
El periodista de El Mercurio sonrió con cierto aire de complicidad. No había nada que hacer, pensó: los peruanos cada día aprenden más.
–¿Y algún día tendremos patrulleros, al paso que vamos? –se atrevió una chica de “Ellos y ellas”.
–¿Y a ti qué te importa? –retrucó la señora Alcorta con el más sonoro de los desprecios. ¿Sabes cuánto tiempo hemos estado sin revisiones técnicas, sin Tribunal Constitucional, sin Fuerzas Armadas, sin ropa interior? ¿A qué viene tanto apuro?
–La gente se queja –repreguntó la chica de “Ellos y ellas”.
–La gente, la gente, la gente. Ya aburren hablando en nombre de la gente. No es la gente. Es La Primera, son los comunistas de toda la vida. Es Lévano. Es Wiener. Son esos rojos aguafiestas.
–¿Pero los comunistas no es que habían muerto cuando les cayó el muro encima? –preguntó otro practicante, uno que trabajaba desde hacía diez almuerzos en uno de los periódicos más importantes de Lima.
La señora Alcorta se demoró fracciones de segundo en llegar hasta donde el practicante, sacudirlo de las solapas, abofetearlo a la española –arte que había empezado a practicar en el nido de requetés donde había pasado su infancia–, golpearle los testículos con la mejor de sus rodillas de pesista bielorrusa y, para coronarlo, cabecearle la parte más prominente de la nariz con lo más cóncavo de su frente de clases.
Cuando lo vio en el suelo, humillado y sangrante, hinchado y narigudo, volvió a escupir sobre el suelo charcoso del gimnasio.
–¿Eres caviar, verdad, cojudito? –preguntó.
Canal N había dejado de transmitir por fallas técnicas.
La señora Alcorta apareció esa noche dictando cátedra en el canal de Baruch Ivcher. Sólo escupió durante las tandas de los comerciales. Volvió a advertirnos que con Chávez había que tener cuidado. Pero mucho cuidado. Y más cuidado con Lévano, eso sí.
(La Primera) Rocotos como turbinasLa señora Lourdes Alcorta puso las pesas de 70 kilos en su lugar, escupió el tabaco que tenía desde el día anterior en la boca, pateó al gato que quería frotársele en las piernas, y dijo, carraspeando:
–Que la APCI se ponga un rocoto ya sabe dónde pero que se apure en este asunto de controlar a Chávez y a las ONG comunistas que nos invaden.
Un periodista le preguntó qué pruebas tenía para hablar de las ONG comunistas, pero la señora Alcorta le cortó la viada bruscamente.
–¿Quieres que te saque por la ventana de un sopapo, alfeñique de porquería? –preguntó–. ¿No has leído acaso La Razón? –añadió–.
Entonces la señora Alcorta leyó un editorial de La Razón, un enérgico texto que parecía inspirado en los manuales de la CIA, en la Escuela de Desinformación de Panamá y en los textos fundacionales de la DINA de mi general Pinochet y mi coronel Contreras.
Al terminar de leer, la señora Alcorta solicitó permiso para practicar en las barras paralelas otras dos horas mientras contestaba las preguntas que tuvieran a bien hacer los pocos periodistas que aún quedaban.
–¿Qué opina de Alan García? –le preguntó una practicante de voz tímida.
–Que es el mejor presidente de la República que Unidad Nacional ha tenido –dijo la señora Alcorta sin pensarlo dos veces.
–¿De Unidad Nacional? –casi tartamudeó la practicante.
La señora Alcorta se bajó por un momento de las barras paralelas, la miró compasivamente y agregó:
–Sí, de Unidad Nacional, que es el nuevo nombre de la vieja Apra, por si no lo sabías, hijita. ¿No sabías que nos hemos unido?
–¿Y el fujimorismo, qué papel cuenta? –intentó hacerse el audaz un egresado de la de Lima que ahora trabajaba casi gratis para el imperio macilento de los Miró Quesada.
–El fujimorismo es la sal de la tierra, don Mamón –dijo la señora Alcorta haciendo un gesto que sería difícil de describir pero fácil de reprobar.
–¿Qué quiere decirnos? ¿Que esta es una alianza ya de tres instituciones? –preguntó solemnemente el reportero en vivo de RPP, la que muchas veces era, al igual que en Chile, la Radio Minería del dial nacional.
–¿Estamos en directo? –preguntó la señora Alcorta.
–Pues bien. Ante la agresión de Chávez, ante la amenaza de Irán y sus bombas atómicas, ante la labor de zapa de la Comisión de la Verdad, las fuerzas vivas y democráticas del Perú –es decir, Unidad Nacional, el Apra y Sí Cumple– han decidido cerrar filas y sostener la gobernabilidad.
–Han sido las palabras de la congresista Lourdes Alcorta –dijo el reportero de RPP–. Adelante ustedes.
La señora Alcorta aprovechó el corte de la transmisión en directo para escupir otra vez. Dos aureolas de atlético humor le brotaban de los sobacos.
–¿No hay ninguna pregunta sobre Majaz, mequetrefes? –preguntó, de lo más exquisita.
–¿Qué opina del asunto Majaz? –condescendió la practicante.
–Ese es el segundo rocoto que tiene que ponerse la APCI de Cucho Haya en salva sea la parte. ¿Qué espera la APCI para sacar del país a todos los curas Aranas que se oponen a la minería? ¿No les digo? ¡O rocoto o transfusión de huacatay! –exclamó.
–¿Y en el asunto de la alianza política de la gobernabilidad, no está la doctora Lourdes Flores? –preguntó un periodista de El Mercurio.
–La doctora Flores ha decidido solicitar una década sabática y se la hemos concedido –dijo la señora Alcorta sin mostrar ningún nerviosismo.
El periodista de El Mercurio sonrió con cierto aire de complicidad. No había nada que hacer, pensó: los peruanos cada día aprenden más.
–¿Y algún día tendremos patrulleros, al paso que vamos? –se atrevió una chica de “Ellos y ellas”.
–¿Y a ti qué te importa? –retrucó la señora Alcorta con el más sonoro de los desprecios. ¿Sabes cuánto tiempo hemos estado sin revisiones técnicas, sin Tribunal Constitucional, sin Fuerzas Armadas, sin ropa interior? ¿A qué viene tanto apuro?
–La gente se queja –repreguntó la chica de “Ellos y ellas”.
–La gente, la gente, la gente. Ya aburren hablando en nombre de la gente. No es la gente. Es La Primera, son los comunistas de toda la vida. Es Lévano. Es Wiener. Son esos rojos aguafiestas.
–¿Pero los comunistas no es que habían muerto cuando les cayó el muro encima? –preguntó otro practicante, uno que trabajaba desde hacía diez almuerzos en uno de los periódicos más importantes de Lima.
La señora Alcorta se demoró fracciones de segundo en llegar hasta donde el practicante, sacudirlo de las solapas, abofetearlo a la española –arte que había empezado a practicar en el nido de requetés donde había pasado su infancia–, golpearle los testículos con la mejor de sus rodillas de pesista bielorrusa y, para coronarlo, cabecearle la parte más prominente de la nariz con lo más cóncavo de su frente de clases.
Cuando lo vio en el suelo, humillado y sangrante, hinchado y narigudo, volvió a escupir sobre el suelo charcoso del gimnasio.
–¿Eres caviar, verdad, cojudito? –preguntó.
Canal N había dejado de transmitir por fallas técnicas.
La señora Alcorta apareció esa noche dictando cátedra en el canal de Baruch Ivcher. Sólo escupió durante las tandas de los comerciales. Volvió a advertirnos que con Chávez había que tener cuidado. Pero mucho cuidado. Y más cuidado con Lévano, eso sí.
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